Vida Gourmet
El invierno sabe a café, a sopaipillas pasadas en las tardes de lluvia, a pan amasado o a calzones rotos o "rosquitos" como un amigo me contaba que se dice en el sur. El cereal de maíz y miel (natur), la leche chocolatada tibia, sabe a mi infancia. Los ensayos de coro, como las conversaciones con amigos, también saben a café. El transbordo hacia el metro o la entrada a la sala de clases sabe a gomitas de eucaliptus. Las noches largas de estudio o informes, saben a mate... como las noches de un verano, plagada de estrellas.
El verano sabe a sandía, a agua mineral con limón, a sandwish de quesillo con tomate y albahaca, a helado de pistacho y pasas al ron. El parque forestal a algodones de azúcar. El sector de Patronato a un baklava. El sur a tortilla de rescoldo, a mermelada de rosa mosqueta y de moras, a cazuelas en algún local al costado de la carretera. La playa sabe a palmeras azucaradas, a huevos duros para el camino de ida y a dulces "chilenitos" para el regreso.
El cine a cabritas caseras llevadas por mi amiga Tori en un tarro gigante. Las salidas nocturnas desde jugos de frutas (si soy yo la que conduzco) a cervezas, pisco souer, daikiris.
Pero los besos saben a metal... quizás por lo filosos que pueden ser.
Y los sabores que lo acompañan a Usted, serían?